viernes, agosto 26, 2005

En el Ojo de la Tormenta

Desgranando los designios naturales
Otro día gris luego de tantos en el año. La lluvia era un presagio de más humedad y huesos doloridos. Las calles de Las Toninas exudaban un hedor común de los tiempos de inviernos lluviosos: esa rara mezcla de vapor húmedo conjugado con la bruma marina que torna pegajoso el andar y se vuelve como un presagio de mala muerte para los hipertensos.

El viento del sudeste había comenzado a molestar sobremanera desde dos días antes. Es agosto, fines de agosto. Esto es que para el común de los lugareños La Tormenta de Santa Rosa está al acecho y por más que desde el cielo Enrique Larreta -que la noveló-, o el mismísimo Clemente X -que la canonizó-, negociaran con el Altísimo una tregua, ésta será imposible.
También es cierto que este año no se dará aquello de “julio los prepara y agosto se los lleva” porque se anticipó julio –que aportó mucho frío además de lluvias- y los velatorios costeros tuvieron más público en el séptimo mes del año, como si los muy ladinos estuvieran jugando a suerte y verdad quién es más asesino de los dos. Por cierto que –en este año 2005-, desfilaron por allí muchos buenos amigos y nobles vecinos y de nada valió el “payé” del 1 de agosto –caña con ruda-, de la comunidad paraguaya para evitarlo.

El día 23 amaneció lloviendo, de manera intensa. Viento del sudeste, tormenta como la peste, repitió una anciana mientras compraba pan y velas “porsia caso” en el autoservicio “El loco y la flaca” de calle 7 esquina 30. Cuando pronunció la gastada muletilla, Mara –un ovejero alemán- de mal carácter que oficia de patovica a los pies de la dueña bajo la caja, gruñó de manera diferente a lo acostumbrado.
La distribuidora, a las 9:30 hs, aun no había dejado los diarios en la Estación de Servicio de Don Postigo en el playón de la 7 en ochava con la 30 y -en ese momento-, el agua ya caía a baldazos: “Parece que se durmieron aprovechando la volada”, afirmó el dueño desde el fondo del salón, asomando su inmenso cuerpo tras el escritorio y corroborando con una mirada entre pícara y ácida, que sus ojos verdes terminaban de connotar.
La Doctora Barengols, sin embargo no estuvo tan ocupada como es costumbre en la Unidad Sanitaria; la provisión de agua al Jardín de Infantes ese día no se hizo porque la bomba que lleva el líquido potable desde el camión hasta la cisterna se había quemado el jueves pasado. Sin embargo, luego se supo que don Manuel Socolobsky (Presidente de la Cooperativa que brinda el servicio) se peleó con el Intendente porque no le bajan los pagos y los alumnos quedaron sedientos.
Sobre el medio día, algún tenue comunicado emitido por algunos canales capitalinos dio cuenta de un alerta meteorológico, pero nada más. Ningún otro de los prestadores eléctricos costeros, insinuó que habría problemas con el suministro eléctrico. De todas formas eso se descontaba pues la venta de cerillos con pabilos de distinto largo se incrementó en los negocios de la zona.
Alrededor de las 16:30 hs el viento comenzó a mostrar que era algo más que eso, para terminar siendo un tornado de gravísima intensidad sobre el final de la jornada y la madrugada siguiente. En ese momento Marcelo Socolobsky –Delegado Municipal de Las Toninas- y Abel Rodríguez como Director de Obras Públicas, pero por sobre todo como vecino de la localidad, estaban verificando la evolución del meteoro en la rotonda ubicada en calle 26 y Ruta Interbalnearia, cuando sintieron la muerte muy cerca.
Parados sobre el lado Sur de la banquina, percibieron de pronto que un viento sobredimensionado en su silbido y tal como si presenciaran la apertura del odre con que Eolo obsequió a Odiseo, pareció por instantes que todos los vientos los envolvían al mismo tiempo. Sintieron un crujido fuerte y de pronto vieron como volaba hacia ellos el techo de chapas con que semanas atrás habían cubierto al Santo Patrono San Cayetano, apostado en medio de la plaza, como homenaje a su aniversario.
Marcelo le rezó al beato en un acto instintivo, ya que su origen es judío y Abel cerró los ojos y contuvo la respiración. Sin embargo, ni la furtiva religiosidad de uno, ni la impensada practicidad del otro hubo de necesitarse pues, el mismo Eolo pareció encargarse, girándola subrepticiamente hacia otro sector. Segundos después, la estatua del Santo estalló en mil pedazos al caerse de su pedestal. Al día siguiente sus restos hacían pensar que lo atacó una banda de Skinheads fuera de control.

Una hora más tarde comenzó a entenderse que esto era grave. Cuando las alcantarillas no daban abasto, los árboles comenzaron a caerse y los carteles a volarse. El fluido eléctrico fue y volvió en dos ocasiones hasta que desapareció por completo. Ricardo Giménez dueño de FM. De La Costa en Santa Teresita, junto a la periodista Susy Barracosa que estaba al aire, maldijeron en mil idiomas –dejando de lado su tradicional buen humor y cortesía-, pues pensaban que tenían los equipos de la radio quemados, ya que nadie les avisó del corte como para prevenirse.
En San Bernardo, a la misma hora, una chasquido de cables un extraño temblor y un chisporroteo fugaz advirtió a Claudia, Evangelina y Norma que estaban en la redacción del Diario Opinión de La Costa, preparando la edición del día. Norma tomó a su nieto en brazos y en un acto intuitivo de madre y abuela, lo abrazó esperando lo peor. Sin embargo un fuerte tronar y un golpe seco las paralizó hasta que entendieron que el gigantesco pino de la calle Strobel, había caído sobre una de las viviendas vecinas. Inmediatamente pudieron cotejar que el viejo chalet de mitad de cuadra, sufrió fuertes daños pero sus ocupantes salieron indemnes.
Más tarde, mientras Claudia salía de una de las habitaciones que la redacción tiene, con una ventana tipo claraboya al exterior, recibió el impacto de un vidrio que estalló cayendo sobre su espalda, más allá del susto no tuvo efectos sobre su físico, aunque sus temblores duraron varias horas.
Por la noche una noticia casi termina con Mariano Bobryk, el dueño del diario. A punto estaba de comerse una milanesa, enojado porque no le pudieron conseguir el jamón crudo que deseaba pues, a falta de luz, mal podían en el almacén complacer su pedido. Sonó el timbre y un colaborador directo, empapado hasta los tuétanos, le espeta a boca de jarro otra mala: El tornado había volteado la antena de la FM 104.7 que es parte del multimedia que dirige.
En tanto en Mar de Ajó, el Club Social era receptor de los más de un centenar de evacuados provenientes de Villa Clelia, en la zona Sur; la Unidad Sanitaria de Las Toninas recibía unas pocas familias de la zona centro y Bomberos Voluntarios de San Clemente –sin medios ni financiación-, mostraron su vocación de servicio corriendo y asistiendo toda la noche a quienes lo necesitaran. Curiosamente, la aristocrática Asociación de Fomento de San Bernardo, permaneció cerrada, muda, e indolente, a pesar que muchos de los necesitados se encontraban a pocas cuadras en los barrios periféricos detrás de la calle Madariaga y hacia la ruta, quienes tuvieron que migrar más lejos, donde almas más cálidas contuvieron su dolor por el susto y la desazón de perder sus pertenencias.
La noche cayó inexorable. Los sin techo ya estaban alojados, otros muchos rezaban acompañados por un tétrico “piano de tejas”, ejecutado por el mismo viento que las levantaba y bajaba, produciendo un temido insomnio en los moradores que lo sufrían. El cronista padeció también la falta de luz, la imposibilidad de utilizar los medios de comunicación –no había obviamente, ni computadora ni televisión, pero tampoco funcionaban los celulares-, aunque el teléfono fijo por extraña casualidad quedó vivo. Ante tan pocas opciones, con las calles inundadas, se entregó a Somnus cual discípulo de Morfeo y recién despertó alrededor de las 7 de la mañana siguiente. La cónyuge, por su parte, blasfemaba sobre la pasividad del escriba mientras intentaba leer un libro a la luz del candil, lo que no logró a causa de los nervios y el sonido del viento, la caída de ramas y las tejas del techo que no cesaban en el vecindario y que casi agujerea el capot del viejo Fiat 128 Familiar estacionado junto a la ventana.

Llegó la mañana, y la desolación era total. El frente marítimo de Las Toninas, eterno receptor y perjudicado de los embates de la naturaleza, era un canto a la inutilidad humana. Los médanos parecían cortados a sable por una fuerza sobrehumana. La calle costanera entre la calle 4 y la 12 (recuérdese que en la localidad las arterias están numeradas de dos en dos), casi está desaparecida, llegando a dejar al borde de un precipicio a las famosas “Pagodas”, cuyas históricas construcciones hacen uno de los lugares más bonitos de Toninas, pero por extraño contrasentido el más desprotegido y olvidado.

Los vientos siguieron hasta el medio día, pero los árboles estaban esparcidos y arrancados de cuajo por doquier. La puerta del Palacio Municipal en Mar del Tuyú quedó intransitable con ramas, arena y troncos que la cubrían. También las calles céntricas de Santa Teresita y los alrededores así como las arterias de entrada a cada uno de las localidades, el espejo de agua era inmenso, dando la sensación de un solo lago recién creado, con oleaje generado y acunado por el viento que no cesó hasta pasado el medio día del jueves 24.

La electricidad permanecía en falta y nadie intuía quizá cuando retornaría a los hogares. La carencia de agua comenzó a ser preocupante y el trabajo de los auxiliares y vecinos solidarios se hizo a destajo. Voces roncas, ojos desorbitados y enrojecidos. Bolsas de alimentos, frazadas y colchones esparcidos en lugares no habituales, confirma el Estado de Emergencia Municipal que el Intendente proclamó y Prensa tuvo que distribuir escrito sobre papel oficio con una vieja Olivetti Lexikon’80, a la que debieron de apelar para informar a la población a través de los medios, sorteando lo inoperante que se tornó la cybernética del siglo XXI.
Finalmente, recién el jueves por la noche casi todo volvió normalizarse, aunque quedaban todavía muchos hogares sin luz y obviamente el tiempo que necesitarán los afectados por volver a sus casas y reconstruirla.
Esta secuencia de la naturaleza, que se reitera y parece no atendida por la respuesta humana, permite reflexionar junto a Leonardo Da Vinci cuando afirma en sus Cuadernos de Notas (M.E. Editores, S.L. , Madrid, España, 1995), que “La sabiduría es la hija dilecta de la experiencia. La experiencia, intérprete entre la naturaleza y la especia humana; nos enseña que lo que esta naturaleza lleva a cabo entre los mortales formada por la necesidad no puede operar de otras forma más que en la medida que la razón, que es su dirección, le manda”.
Cabe ahora la nueva oportunidad de utilizar la razón para compartir e interpretar los hechos que acucian al Partido de La Costa, quien necesariamente tiene ligado su destino, a los designios naturales.