lunes, enero 30, 2006

NO LE DAN LUGAR A ILLIA EN LA COSTANERA DE SANTA TERESITA

Se conoció el veto a la Ordenanza 2903/05, que aprobara el Concejo Deliberante para que la Costanera de Santa Teresita -desde calle 27 hasta la 50-, lleve en nombre de Dr. Arturo Humberto Illia. Es la tercera vez que ocurre. Discutible argumentación para negarla.

La figura de uno de los Presidentes Argentinos que la historia contemporánea reconoce como uno de los ejemplos más claros de civismo y entrega patriótica, parece necesitar de otros aditamentos para las autoridades del Partido de La Costa.

El pasado 18 de enero se cumplieron 23 años del fallecimiento de este hombre probo y -casi como una burla póstuma-, el día 13 se firma el Decreto 49/06 del Departamento Ejecutivo Municipal, negando la posibilidad que, de manera democrática y consensuada por el Poder Legislativo local, la Costanera de Santa Teresita lleve el insigne nombre.

Aseguran los considerandos de la medida que “habiendo tomado vista de las actuaciones, este Departamento Ejecutivo puede apreciar un listado donde se encuentran insertas firmas de personas de todas las localidades del Partido de La Costa con intención de solicitar la imposición del nombre Dr. Arturo Illia a la citada arteria…” Más adelante indica: “cabe señalar que no existe constancia en las presentes actuaciones, de la opinión y/o consenso de las instituciones de la referida localidad,...que bregan por el bien común de todos los habitantes, desde cada misión que les toca cumplir”… “Que asimismo se debe tener en cuenta que la Avenida Costanera, es el portal a la localidad y el acceso al atractivo turístico más importante que tenemos y por ello se debe analizar con mayor detenimiento y de manera consensuada con los habitantes e instituciones representativas…”

Esta es la tercera vez en dos años que el Ejecutivo veta esta posibilidad, sin embargo lo que parece molestar a la ciudadanía santateresitense, no es el mero hecho de no definir la situación, sino la suma de burdas excusas para evitarlo.

En primer lugar, consta en las actuaciones que entre la cantidad de firmas que ocupa el petitorio, se encuentran las de muchas personas que integran esas instituciones de las que el Ejecutivo dice no contar con el aval para aprobar.En segundo lugar, nada tiene que ver al efecto que la calle a bautizar sea la Costanera y si de convalidar el argumento oficial se trata: ¿Qué otra mejor imagen que la de un ciudadano probo -como la del Ex Presidente Arturo Illia -, para que “el acceso más importante” lo porte como muestra de reconocimiento al ejemplo de valores, tan poco promulgados en estos tiempos de sinrazón que se viven.

Finalmente, ¿de qué consenso se habla?, si quienes aprobaron la ordenanza son los 14 concejales, entre los que se encuentran los siete elegidos el 23 de octubre de 2005, votados por la mayoría absoluta que apoyó la gestión del actual intendente municipal.¿Qué contrasentido es este, que el mismo funcionario que recibió el aval de su ciudadanía, hoy la niega poniendo en duda la actitud de sus propios representantes?

viernes, enero 20, 2006

Aguafuertes Costeras


La necesidad tiene cara de hereje
(o cómo hacer un viaje relámpago a Buenos Aires en temporada y no morir en el intento)

Las situaciones en la vida suelen presentarse de manera inoportuna. El habitante costero, en estas épocas está abocado a su trabajo de temporada alta y hacerse un viaje relámpago a Buenos Aires suele tener sus inconvenientes.
En principio conseguir un boleto en cualquier empresa de transportes de pasajeros, es toda una odisea. Sin embargo (y ésta sí es una ventaja del lugareño), siempre hay algún amigo en las ventanillas que remueve cielo y tierra para lograrlo. Eso sí, no le pida a su benefactor que, además, el asiento venga con azafata y servicio de a bordo. Por lo general, en estos casos, la suerte está echada: el último de los lugares, junto al baño y/o a la cafetera.
Obviamente, en horario casi a contramano del que usted elegiría en condiciones normales y –con suerte-, la vuelta es una ruleta a favor.
Además, cuando ocurren estas necesidades de último momento, siempre la taba cae del lado que usted ya sabe (“culo”).Entonces la aventura es mayor a la del pobre Ulises: en el pasaje hay gran cantidad de familias con sus niños, que siempre son una bendición, pero que ahora transforman las cinco larguísimas horas que dura el viaje en una continua sucesión de incordios y -cuando uno baja-, piensa que el peor de sus enemigos la diseñó para molestarlo de una manera diferente.
Y no hay animosidad contra ellos, pero es que algunos por pequeños y otros por inquietos, hacen de la noche un concierto de llantos y propician un escenario de movimientos más acorde con la puesta en escena de un sainete de Vaccareza que un viaje en ómnibus.
Ni hablar de la cercanía del sanitario: Es llamativo cómo transitan las personas, ¡qué llamador de movimientos resulta ser!, sumados a que indefectiblemente cada pasajero a punto de entrar en él, con el vaivén que produce la marcha, se aferra de tu asiento, se te sienta encima o bien desparrama algún bolso mal ubicado en la gaveta superior, cayendo sobre la propia humanidad todo el contenido de alguno mal cerrado.
Además, a la media hora de haber entrado en la ruta, una suma de fétidos olores comienzan a circular por el ambiente, activando la instintiva actitud de girar la cabeza hacia el lado de la ventanilla para evitarlos y es aquí donde la contingencia se agrava: existe –casi con una certeza del 100%-, un compañero de asiento, obviamente desconocido, al que le importa un bledo si se parte el mundo. El hombre (o mujer) ronca desparramado en el asiento cual si fuera una cama King Size y con un aliento a foca recién alimentada que obliga a dirigir las fosas nasales hacia arriba para no percibir los aromas de un lado ni del otro, logrando de esta manera que -al bajar- ni todo un equipo de kinesiólogos le restauren las articulaciones. No haré referencia en la ocasión, a la posibilidad que algún niño se “desgracie” o que algún grande haya ingerido una comida de esas que producen marcadas flatulencias…
Podrá entender, estimado lector, que lo que en tiempos normales viajar a Buenos Aires es apenas un trámite, se traduce en estas condiciones en una tortura.
Queda también por describir, los peligros que implica la acción del adicto al degradante jugo y/o café que ponen las empresas de transporte en esas cafeteras colectivas. El jugo parece ácido muriático y el café una pócima mágica de la “bruja cachavacha”, con el debido perdón a las hechiceras por esta comparación. Pero aun así, el incondicional bebedor de esos fluidos se hace presente. No bien sube –y antes de arrancar el vehículo-, se acerca a servirse un vaso, para hacer lo propio en un instante alcanzándole otro similar a su pareja o niños. Mas una vez en camino, vuelve y vuelve y vuelve hasta que vacía el recipiente. En el ínterin, el hombre, hace peligrar la integridad de sus congéneres ya que, más de una vez, derrama el contenido de los vasitos sobre las cabelleras de los que permanecen en sus asientos, mancha alguna ropa o simplemente: ¡NO TE DEJA DORMIR!
Estimado coterráneo costero, tras que venimos luchando con inviernos magros, con veranos que no terminan de acomodarse, con funcionarios que se la llevaron y con los que están y no hacen. Con promesas que no se cumplen y con la que sí se cumplen siempre nos llegan tarde, deberíamos luchar por conseguir un seguro solidario, que nos proteja de estas vicisitudes. Total soñar no cuesta nada, eso sí ni lo intente en un viaje relámpago a Buenos Aires, en temporada.

Bloquelito