martes, marzo 28, 2006

Entre refutadores de leyendas, confirmadores de certezas y comunicadores de ambigüedades.

Cuentan que por la avenida de la vida caminaban -de norte a sur-, los conocidos refutadores de leyendas, que tanto preocupan al juglar porteño Alejandro Dolina, y en sentido contrario lo hacían los eternos confirmadores de certezas, alistados siempre en los escaños más recónditos de los gobiernos de turno. Cada grupo partió desde el extremo mismo de la ruta, lo hacían al mismo paso y salieron a la misma hora.
Dicen también que en una avenida trasversal, a mitad de camino, esperaban ansiosos los comunicadores de ambigüedades, con todas las ochavas y edificios aledaños atestados de tribunas, sobre las que hicieron colocar luces para que las imágenes sean más nítidas y tendido cables para sus cámaras de video y antenas parabólicas que enlazarían al mundo las imágenes y sonido de lo que produciría tamaño encuentro.

Los refutadores portaban pancartas rojas, en tanto que las de los confirmadores estaban pintadas de azul; “por las dudas” y para que no haya confusiones, los comunicadores tenían todos colocados sus chalecos de tela verde. Esa confluencia de colores facilitaba la policromía necesaria para que las trasmisiones televisivas sean perfectas.

Los refutadores caminaban por la misma calzada, impidiendo el paso de los vehículos haciendo extensiva su protesta a los congéneres que no tenían ni idea de lo que estaba pasando; los confirmadores decidieron -en cambio-, marchar por las veredas para que al gobierno de turno no le quede resabio alguno que les permita acusación en su contra. A todo esto los comunicadores de ambigüedades ya tenían en ambas columnas enviados especiales que iban monitoreando el estado de ánimo de los participantes en los dos bandos y se hablaban con “handys” para salir al aire en todo momento y cuando los directores de piso en sus canales y emisoras centrales así lo pedían.

Los refutadores aseguraban que su actitud al asumir los cortes de ruta era producto de la misma violencia que venía del gobierno al no ocuparse de sus necesidades primarias y no devolverles con obras lo que ellos habían anticipado en impuestos. Por su parte Los confirmadores de certezas, apoyaban al gobierno de turno en la decisión de denunciarlos y propender a su castigo porque, aseguraban, que los primeros debían cumplir la ley y el gobierno siempre está para defender la ley. Por eso los violentos eran los refutadores,

Ya las caravanas se acercaban a la encrucijada de las calles y los comunicadores comenzaron a emitir sus videos, avisándoles a la población qué estaba ocurriendo. Algunos mostraban las imágenes de norte a sur, otros de sur a norte, entonces la gente -que desde sus hogares hacia “zapping” y tomaba ambas imágenes-, iba cayendo en una progresiva confusión.
Llegó un momento en que el líder de los refutadores apareció abrazado al de los confirmadores en señal de pleno acuerdo, sin embargo bastó para que un confirmador infiltrado entre los refutadores lanzara una pedrada contra una vidriera para que se generalizara la gresca y el aluvión de acusaciones confundiera más al espectador, ya que los comunicadores ponían la cámara más tiempo en uno u otro lado según la cantidad de canje obtenido en compensación por ellos y por cada uno de los operadores de cada bando.
Finalmente, y ya pasada altas horas de la noche, cuando la población había partido a descansar, se supo que en una solapada operación de prensa alguno de los comunicadores incitaron a una reunión secreta entre refutadores y confirmadores, en donde acordaron calmar las expectativas hasta otra fecha que se considere interesante para despertar el morbo y la irracionalidad de la ciudadanía bienintencionada; dándole margen al gobierno, que defendía a los confirmadores, a tomarse un resuello y a los lideres de los refutadores a juntar más evidencias y voluntades para que , como decía un ya fallecido pero nunca olvidado comunicador social: “noticia igual negociación política”, tenga hoy más que nunca plena vigencia y su recuerdo permanezca imborrable para todos los que entendieron su mensaje.