lunes, julio 04, 2005

EL QUE AVISA NO TRAICIONA (Reflexiones radicales)


La historia

La Unión Cívica Radical (UCR) se creó en 1889, como una agrupación llamada Unión Cívica que enarbolaba la bandera de la lucha contra la corrupción y el fraude electoral
Después de un periodo de discusiones, la Unión Cívica se dividió en 1891 en dos bandos: por un lado, los denominados mitristas, seguidores de Bartolomé Mitre, y, por otro, los partidarios de Leandro Nicéforo Alem, conocidos como radicales.

De ahí en adelante, el radicalismo protagonizó distintas revoluciones (1893 y 1905) que no tuvieron éxito. La Ley de Sufragio Universal, sancionada en 1912, durante la presidencia de Roque Sáenz Peña, fue promovida por el radicalismo, quien resultó su principal beneficiario a partir de las primeras elecciones libres, permitiendo el acceso al gobierno de Hipólito Yrigoyen, el cual fue elegido presidente de la República en 1916, iniciando una nueva etapa marcada por la hegemonía radical (1916-1922; 1928-1930). Además de su preponderancia política, el radicalismo obtuvo logros sociales, económicos y culturales. Benefició a los nuevos argentinos, hijos de inmigrantes, con una Ley de Educación común que les permitía formarse y acceder a cargos públicos, tanto electivos como administrativos, sin ser discriminados.

En la década de 1950, se produjo un segundo cisma en el partido: de un lado, la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), liderada por Ricardo Balbín, y, de otro, la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), cuya principal figura era Arturo Frondizi, quien ganó la candidatura presidencial dentro del partido y resultó electo presidente en 1958, con la venia del por entonces desterrado Juan Perón.

En julio de 1997, la Unión Cívica Radical formó la Alianza por el Trabajo, la Educación y la Justicia junto con el Frente para un País Solidario (Frepaso), con el fin de presentar listas comunes de candidatos para las elecciones de octubre de ese año (que renovaban parcialmente la Cámara de Diputados argentina y servían para determinar la composición de la cámara legislativa de la provincia de Buenos Aires, entre otros cargos), en las cuales obtuvo una amplia victoria sobre el peronismo, que perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

La Unión Cívica Radical, como integrante de la mencionada Alianza, logró la victoria en las elecciones presidenciales del 24 de octubre de 1999, con lo que su candidato, Fernando de la Rúa, sustituyó dos meses después en la jefatura del Estado argentino al peronista Carlos Saúl Menem. En medio de una profunda crisis política, económica y social, De la Rúa dimitió en diciembre de 2001. La formación sufrió diversas escisiones y en los siguientes comicios presidenciales, celebrados el 27 de abril de 2003, su candidato, Leopoldo Moreau, sólo logró el 2,3% de los votos.

En La Costa


En la historia de los pueblos siempre concurrieron situaciones que fraccionaron el resultado de las acciones de sus protagonistas entre populares y demagógicas. En la UCR, desde aquella patriótica actitud de fines de siglo XIX al escarnio de las elecciones del año 2003, existieron motivos que tienen que ver con intereses personalistas, esgrimidos en nombre de las instituciones, que cobijaron posiciones políticas y sociales, las que sirvieron para beneficio de quienes las enarbolaban dejando muy lejos aquellos resultados en pos de los beneficios populares a los que estaban dedicados los principios fundacionales. Y toda vez que se intentaron divisiones y fracturas, hubieron de pagarse costos políticos y sociales que sólo abundaron en el deterioro de la UCR como partido político, representante del original sentir popular.

En nuestra comunidad, la Historia de la UCR aun no ha sido escrita, sin embargo en la memoria de quienes militamos con la pasión de los fundadores y el impulso de los jóvenes setentistas que peleaban por el retorno de la democracia y la imaginación al poder, nos queda claro cada uno de los momentos vividos y sufridos en este primer cuarto de siglo de nuestro pueblo costero. Y aun a sabiendas de quienes son los líderes que enarbolan la sigla radical, también nos queda claro cuales son sus falencias, sus encantos y defecciones.
A las puertas de estas nuevas elecciones legislativas, aparece como novedosa una escisión propuesta nuevamente por el actual Presidente del Comité de Distrito, y a priori líder natural del radicalismo costero, esto es una especie de abstención que, lejos de semejarse a la propuesta Yrigoyenista para combatir al Régimen, sirve como sustento de una actitud corporativa que permitirá a las huestes oficialistas medir la capacidad de convocatoria de la oposición por un lado y por otro, deslindar responsabilidades para el caso que la nueva conducción radical a partir de estas elecciones internas, se equivoquen feo o no convoquen ni a los parientes.
Es probable que desde la estrategia política sea una actitud inteligente la del Dr. Guillermo Magadán, sin embargo queda a los militantes de pura cepa un gusto amargo en la boca que tiene que ver con defender las instituciones y las tradiciones de los legados que sembraron los predecesores. Desde el mismo Alem, Yrigoyen, Lebensohn, Balbín, Arturo Illia, y a tantos otros que no están en el bronce, pero sí en las entrañas de los que pretenden una postura política que los diferencie de otros partidos por la posibilidad de disentir en libertad, de manera horizontal y respetar al adversario que obtiene la mayoría ayudándolo a gobernar.

Dicen que el que avisa no traiciona, por eso desde esta visión intelectual de la interna radical costera, y ante la posibilidad de publicar mis ideas, parece oportuno instar a los que como yo, no estén de acuerdo con esta actitud, lo hagan saber para que luego de producidas las acciones, nadie se suba al tren que no le corresponda y tampoco haya quien se sienta traicionado. De esta manera, podrá hacerse efectivo el más tradicional de los lemas radicales: “QUE SE PARTA, PERO QUE NO SE DOBLE”.